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08-08-2017

Regímenes stalinistas y política stalinista en América Latina

 

 

SURda

Opinión

Venezuela

Rolando Astarita

 

Algunos lectores del blog han planteado que es un error de mi parte calificar al chavismo de régimen stalinista, o de movimiento stalinista. A fin de evitar discusiones falsas, en esta breve nota respondo la cuestión.

Empiezo diciendo que nunca dije que el de Venezuela fuera un régimen stalinista, al estilo, por caso, de lo que fue la URSS. En todas las notas lo he descrito como un capitalismo de Estado , de tipo burocrático y reaccionario. A la URSS, en cambio, la he caracterizado como un régimen estatista burocrático. Más aún, he polemizado con la idea de que se trató de alguna forma de capitalismo de Estado. La dinámica, forma de funcionamiento, tipo de crisis económica de la URSS (y de otros regímenes del Este de Europa) no fueron los propios del capitalismo. Tampoco caractericé al grupo burocrático gobernante soviético como una clase social. En la URSS –al menos hasta sus últimos tiempos- no existió una burguesía que hubiera crecido al calor de un capitalismo de Estado (para una caracterización de la URSS, ver aquí y aquí ).

Venezuela entonces no es un régimen de tipo soviético-stalinista, sino un capitalismo de Estado que sí tiene el apoyo del stalinismo. Lo cual empalma con una larga tradición de los PC de América Latina. Recordemos que ya desde los años 1930 los partidos Comunistas latinoamericanos adoptaron el programa y la estrategia de la revolución “democrática-antiimperialista-antioligárquica”. Sería una revolución que alentaría el capitalismo “nacional”, preparatorio de la “segunda revolución, ahora socialista”. Por eso no preveía la colectivización de la tierra ni la estatización general de los medios de producción (como ocurrió en la URSS, y luego en otros países, incluida Cuba).

Las formas concretas que adoptó esa política fueron varias. Una de ellas fue la participación directa en gobiernos de coalición, como ocurrió cuando la presidencia de Allende, en Chile. Pero también apoyaron a gobiernos militares “nacionalistas revolucionarios”, y a gobiernos “populares y nacionales” de diversos tipos. Por ejemplo, al gobierno militar de Velasco Alvarado, de Perú, a fines de los 1960 y principios de los 1970. O al gobierno de Perón-Isabel Perón, entre 1973-1976. En la nota anterior he citado este último caso ya que es altamente ilustrativo: en 1973 Perón asumió el gobierno del brazo de los elementos más nefastos de la ultra-derecha, y amparando a sus bandas asesinas. Pero el PC argentino (con el acuerdo de Cuba), lo apoyó y colaboró incluso en el ministerio de Economía. Todavía en 1975, cuando los asesinatos de la Triple A eran cotidianos, la Conferencia de PC latinoamericanos, reunida en La Habana, se negó a condenar al gobierno de Isabel Perón (la posterior defensa de Videla tuvo este antecedente).

Puede verse que en todos los casos no se trata del apoyo a regímenes stalinistas como fue la URSS, sino del apoyo stalinista a gobiernos capitalistas, o de capitalismo de Estado, “populares” . Es significativo que cuando triunfó la revolución contra Somoza en Nicaragua, Castro aconsejó a la dirección sandinista no seguir los pasos de Cuba, y mantener un régimen de economía “mixta”.

El apoyo al régimen de Chávez y Maduro es entonces una nueva expresión, aunque adaptada “al siglo XXI”, de esta vieja política de los PC. Y no se trata solo de los PC y los castristas, sino de una ideología y política que han impregnado fuertemente a la izquierda más amplia. En Argentina, por ejemplo, miles de ex PC mantienen lo básico de lo que mamaron durante décadas, y hoy son parte de la base militante del kirchnerismo (ver aquí ). A su vez, está la influencia stalinista, más difusa y amplia, que encaja en el nacionalismo y el estatismo burgués que inspiran al progresismo habitual.

Todo esto explica la facilidad con que hoy gran parte de la izquierda defiende al régimen de Maduro, a pesar del desastre humanitario que arrasa a Venezuela. Son dirigentes y militantes que adoptan con total naturalidad la política stalinista que ha sido tradición en América Latina; aunque formalmente no lo reconozcan. En particular, son característicos el desplazamiento a un segundo plano de la contradicción capital-trabajo; el ahogo burocrático de la organización independiente de la clase obrera; el apoyo al capitalismo de Estado y a las “fuerzas armadas patrióticas” asociadas; y la exaltación nacionalista sin límites. Además, los métodos están acordes con ese programa: la mentira y la manipulación; la calumnia para quebrar y silenciar a los críticos; y en la medida en que se los permite la correlación de fuerzas, la represión abierta de los disidentes. En definitiva, el stalinismo, en tanto política y práctica, estuvo lejos de desaparecer con la caída de la URSS; al menos, en América Latina.

Fuente: https://rolandoastarita.blog/2017/08/07/regimenes-stalinistas-y-politica-stalinista-en-america-latina/

 


 
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